
Murakami, Haruki.
Sputnik, mi amor. Barcelona: Tusquets, 2008. (Maxi Tusquets; 004/3).248 pág. ISBN: 978-84-8383-516-6. 7,95 €.
A la espera de las opiniones de quienes no pudieron asistir a la última velada de La Sartén Littéraire (Se las encontró a faltar, ¡Posteen señoras!)… podemos decir que Sputnik, mi amor entre los presentes gustó y por mayoría, bastante amplia si incluimos a Lola, la gata del anfitrión. A la minoría de los reunidos no les llegó al alma la historia de K., Sumire y Miu (esos tres satélites solitarios que giran y giran en órbitas separadas), reconocieron que quizás la leyeron en un momento personal inapropiado… pero tampoco les entusiasmó demasiado el estilo de Murakami cuando se recrea en la descripción detallada de lo más cotidiano para, de golpe y sin previo aviso, encajar acto seguido esas reflexiones sobre el sentido de la vida de sus personajes… que pueden dejarte K.O., o no. División de opiniones también en pasar de largo o, por el contrario, investigar a fondo las referencias ocultas que Murakami esconde tras esas frases como fuera de contexto que parecen no venir a cuento… Para R. mejor pasar directamente a los libros de Kenzaburō Ōe, aunque compartió con quien había leído más novelas de Murakami que Sputnik, mi amor es una novela breve (que no menor) donde se apuntan temas y estilos que amplió, desarrolló y mejoró, por ejemplo en la celebrada Crónica del pájaro que da cuerda al mundo.
¡Como una ola!
(Foto: Ola de Kanagawa. Hokusai)
Sí hubo cierto consenso en situar el punto más alto de la novela cuando K., el narrador, lee los documentos que Sumire abandonó en un disquette, especialmente el episodio de la noria. Es el gran momento que marca los desdoblamientos surrealistas, desconcertantes y a la vez tan excitantes para el lector que no busca encontrar soluciones a todo… similares a películas de David Lynch como Carretera perdida, aunque Murakami sea muy pop y Lynch más rockanrolero. Momento que lleva a hacer muchas y variadas interpretaciones para encontrar el paradero de Sumire: ¿Será el otro lado como apuntó Insonrible? Que vivan los cabos sueltos…
Tanta soledad, hermetismo, faltas de afecto y comunicación llevó la tertulia hacia esa visión, quizás tópica y errónea, que tenemos de los japoneses en occidente: nos parecen astronautas. Aunque puedan desatarse enloquecidos a la mínima ocasión (prueba de ello este video gentileza de La Abutrí con Cyndi Lauper montándola en la tele japonesa...), rápidamente recuperan muy severos el control total, bajo una estricta educación ocultan una parte de sus sentimientos, igual que las noticias sobre la situación de su país en tiempos de crisis o los trapos sucios de cuestiones tan feas como aprobar la pena de muerte…
Y hasta aquí sólo algunos apuntes de lo que aconteció…