martes, 30 de julio de 2013

Verano Monster


La familia Monster lee en verano
(también en otoño, en invierno, en primavera...)

Gracias a la  rapiña  de suplementos culturales que lleva a cabo Madame Insonrible en su oficina, repescamos para el blog la interesante reseña del escritor y crítico literario Rodrigo Fresán de Siempre hemos vivido en el castillo:

Familia Monster

Esto es leyenda y es, también, verdad: el 26 de junio de 1948 la entonces «para toda la familia» The New Yorker publica esa cumbre del relato macabro que es «La lotería». Reacción instantánea: cientos de lectores horrorizados cancelan su suscripción al semanario, miles de cartas expresando furia y casi –como en el cuento en cuestión– demandando el linchamiento en público de la autora. Una tal Shirley Jackson (San Francisco, 1916-1965). Desde entonces ha sido considerada reina del espanto doméstico y, a partir de 2010, está inscrita en el glorioso catálogo de The Library of America junto a Mark Twain, Eudora Wty, Herman Melville, FrancisScott Fitzgerald, Willa Cather, William Faulkner, Saul Bellow, Edith Wharton, Philip Roth, etc.

The haunting
(Robert Wise, 1963), 
adaptación de la novela La maldición de Hill House.  


Siempre hemos vivido en el castillo es, junto a La maldición de Hill House, su novela más conocida y celebrada. Ambas recurren a una de las claves de la obra jacksoniana, el lugar cerrado y encerrado, y funcionan como hermanas gemelas pero diferentes. Mientras la segunda reformula el tópico de la casa embrujada, la primera opta por un realismo irreal. Lo que es sobrenatural en Hill House, en la mansión Blackwood es natural pero monstruoso.
Gran parte del escalofríopro viene de la magistral y poco fiable voz de la adolescente Mary Katherine «Merricat» Blackwood desgranando el espanto de amarse tanto en familia (junto a su temerosa hermana mayor, la frágil Constance, y su inválido y memorioso tío Julian) y de estar aislados y asediados por todo un pueblo de Nueva Inglaterra que los considera poco menos que monstruos.

Mujer lobo

La idea de una disfuncionalmente funcional familia muy normal que no lo es tanto encuentran en Jackson a una médium perfecta para amueblar su plano lleno de rincones oscuros. Merricatt –como la Frankie de Carson McCullers,la Scout de Harper Lee o la Mattie de Charles Portis– es alguien de quien nos hacemos amigos desde las primeras líneas sabiendo que, detrás de su gracia al confesarnos que le gustaría haber nacido mujer lobo, aletea la desgracia del deseo concedido de manera retorcida y, sorpresa, el más bestial y triste final feliz.
Así, Mattie como bruja autodidacta cuyo hechizo es poderoso y cuyo influjo resulta más que visible hoy en autores como Stephen King, A. M. Homes, Stephen Millhauser, Joyce Carol Oates, Richard Matheson o Kelly Link. Y cuya discusión sobre venenos y pócimas anticipa el final de una hechicera mayor. El de su creadora, que murió a los cuarenta y ocho años, alcohólica y adicta a las anfetaminas, obesa mórbida y, en los últimos meses, agorafóbica y encerrada en la pequeña habitación del castillo de sus pesadillas, que también –en lo poco que tardamos en leer este pequeño gran libro– son y serán las nuestras.

RODRIGO FRESÁN


viernes, 7 de junio de 2013

Esa grieta que se abre a nuestros pies


Ilustración 
de 
Edward Gorey

El siguiente texto de Rosa Montero apareció en su columna Lecturas compartidas del suplemento cultural Babelia del periódico El País el 22 de Diciembre de 2012.

Atención: recomendable haber leído antes la novela 


Rosa Montero

Esa grieta que se abre a nuestros pies


Hasta que no cayó en mis manos la novela Siempre hemos vivido en el castillo, de Shirley Jackson, escrita en 1962 y publicada en España hace un par de meses por esa maravilla de editorial que es Minúscula, no había escuchado nunca hablar de la autora: una gota de agua más en el vasto océano de mi ignorancia. Según informa la solapa del libro, Jackson (San Francisco, 1916-Benington, 1965) fue una autora de culto que ejerció gran influencia en un buen puñado de autores famosos, entre ellos Stephen King. Que el rey del terror la tenga entre sus referencias puede darte una idea del perfil de este relato: sí, en efecto, es espeluznante.
Y lo es de una manera sorpresiva y turbadora. Cuando abrí la novela no me esperaba caer atrapada desde las primeras páginas dentro de una atmósfera tan pegajosa e inquietante. Dentro de una historia a todas luces diferente y contada desde un lugar mental muy pocas veces frecuentado. Merricat, la protagonista y narradora de la historia, es una chica de dieciocho años. Lo dice ella misma en la primera línea del texto, pero de alguna manera su voz no parece tener esa edad; casi siempre la creemos más joven, y en ocasiones nos resulta mucho más vieja, Quiero decir que, desde el primer momento, el lector comprende que hay algo que no encaja. Hay una mínima grieta que recorre el suelo bajo nuestros pies: una línea apenas visible del grosor de un cabello. Merricat nos introduce inmediatamente en un ambiente social peligroso y opresivo: la narradora está haciendo la compra semanal en en las tiendas del pequeño pueblo en el que vive, y ese acto, tan sencillo para todo el mundo, constituye para ella una prueba de valentía y una terrible angustia, porque los vecinos se meten con ella de una forma brutal e incomprensible. La humillan, se burlan, la agreden. Merricat lo soporta como puede, intenta desarrollar estrategias defensivas, procura fortalecerse mentalmente. Pero es como un conejito perseguido por lobos, como una niña indefensa a la que los bárbaros acosan. Los lectores no entendemos el porqué de tanta violencia, pero nos la creemos; vamos viendo que hay algo que ha sucedido, algo tremendo en el pasado de la chica. Crece nuestra incomodidad y la grieta se abre medio milímetro.

Margherita Manzelli
Las posibilidades son infinitas
(1996)

Merricat regresa por fin al refugio de su “castillo”, de su casa, una mansión de ricos en las afueras del pueblo en donde vive con su hermana mayor Constance, que es como una hada buena, y con su tío, un hombre muy enfermo. Respiramos de alivio, como Merricat, al llegar al abrigo de esa cocina diáfana e iluminada por el sol. Pero la tranquilidad nos dura muy poco; en realidad, ese entorno dulcemente familiar empieza a deslizarse enseguida hacia lo tenebroso. EL peligro que antes presentíamos proveniente de los vecinos del pueblo comienza a agolparse aquí, en el interior de la casa, en el corazón mismo de la extraña intimidad de Merricat. Con una maestría escalofriante, Jackson va sembrando su relato de pizcas venenosas, hasta convertir la cotidianidad de esa familia en un ambiente perverso que la restellante luz y el aroma de las magdalenas recién horneadas no hacen sino empeorar. Primera lección: el horror no siempre se oculta en la oscuridad, lo cual resulta todavía más amedrentarte. A estas alturas la grieta tiene ya un par de centímetros de anchura u amenaza con abrir la tierra a nuestros pies.
La tensión va subiendo hasta que, en la última parte de la novela, estalla un paroxismo de destrucción y enfrentamiento, en una apoteosis casi operística por lo monumental y melodramática. No es lo que más me gusta; prefiero con mucho el relato anterior, mínimo y asfixiante. De alguna manera, siento que la acción se desplaza a otro nivel, más simbólico, menos realista. Pero, aún así, es un libro soberbio. Y lo es, sobre todo, por esa tremenda y poderosa recreación del mundo tal y como lo ve una mente enferma. Indudablemente Merricat padece un desequilibrio psíquico; y su verdad está tan bien contada que leer este libro es como viajar a los confines más remotos de la Tierra. Desde esos ojos, las cosas más habituales se convierten en algo muy distinto. Ahora puedes regresar con la memoria a las primeras páginas del libro, a ese inolvidable paseo por el pueblo, al tremendo miedo que Merricat sentía, a la violencia percibida. Real, desde luego: ¿pero también multiplicada por esa percepción trastornada de la vida?
Nada más terminar la novela, me lancé a googlear la vida de Shirley Jackson: m avergüenza confesarlo siendo yo misma escritora y detestando que los lectores se empeñen en rastrear las novelas buscando ecos biográficos. Pero también soy humana, en fin, y además la desquiciada voz de Merricat es tan real y tan difícil de conseguir que quise investigar qué podía haber detrás. Y detrás, como en toda vida, sólo hay oscuridad. Dicen que fumaba mucho, que estaba obesa, que sufrió varias afecciones psicosomáticas y neuróticas, que todo esto y las múltiples medicinas que tomaba pudieron ser la causa de su temprana muerte a los 48 años. Otros dicen que se sintió perseguida en uno de los pueblos en los que vivió. Sus retratos muestran una mujer inquietante; aunque quizá sólo sea la impresión que ha dejado en mí su tremendo texto. Una no puede por menos que pensar en el desesperado dolor psíquico, en la angustia de quien se siente distinto y no comprendido. En la persecución y el ostracismo que sufren las personas con enfermedades mentales, a causa del prejuicio de la mayoría. ¿Sintió algo así en algún momento Shirley Jackson? No sé: su novela está demasiado bien estructurada: no es un texto testimonial, sino sin duda la obra de una gran profesional. En fin, sobre el misterio que siempre es el Otro sólo hay rastros difuminados, complicidades, intuiciones. Y esa grieta que amenaza con abrirse bajo nuestros pies.


miércoles, 5 de junio de 2013

Siempre hemos vivido en Beverly Hills


 Joan Crawford y Bette Davis
en
¿Qué fue de Baby Jean?
Robert Aldrich 
(1962)

Porque no siempre dos hermanas encerradas en una mansión tienen que llevarse la mar de bien...


viernes, 31 de mayo de 2013

Siempre hemos vivido en Grey Gardens


Edith Bouvier (la auténtica) 
abre las puertas de Grey Gardens a La Sartén...

Hace tiempo que eme me recomendó esta película y no la había visto hasta hoy... voy a estar un tiempo con stress post-traumático.
No voy a contaros mucho sobre Grey Gardens porque lo que hay es que verlo. Hay que ver a Drew Barrymore y a Jessica Lange en estado de gracia en sus interpretaciones de Big y Little Edith Bouvier Beale, dos extrañas mujeres que vivieron una vida extraña encerradas en su casa de East Hampton hasta que los cineastas Albert y David Maysles rodaron un documental sobre ellas (el homónimo Gray Gardens ) en 1975 y sacaron a la luz a las extravagantes tía y prima, respectivamente, de Jacquie.
Ahora su historia es el argumento de un musical famoso. Una gran paradoja.
Aquí os enlazo una galería de fotos impresionante de la revista Life para que podáis comparar con esta de encima, de las actrices caracterizadas.


Pero, por favor, ved la película. Visitad Grey Gardens, su jardín amurallado, sus gatos, sus mapaches...
Os dejo el trailer del documental original.
"Bigger than Life"


Texto posteado por Samedimanche en Maelström: Grey Gardens: las locas del desván de Jacqueline Kennedy. (29/06/2010).

martes, 28 de mayo de 2013

Siempre hemos vivido en Harlem


  Residencia de los Collyer
   (ca. 1947)

Como las hermanas Merricat y Constance en su castillo, de los Blackwood de toda la vida...  Homer y Langley, los hermanos Collyer, siempre vivieron en su casa familiar del barrio de Harlem, Nueva York.


Los padres de Homer y Langley murieron a causa de la gripe española, dejando en herencia a sus dos únicos hijos, muy jovencitos, la mansión y el resto de la fortuna familiar,  lo que les permitió vivir sin tener que trabajar. Homer era ciego desde la adolescencia, Langley volvió muy tocado de combatir en la Primera Guerra Mundial. Con fama de excéntricos por las pintas dejadas que lucían, perseguidos por los periodistas locales y espiados por los vecinos, los hermanos terminaron atrincherados en la casa, solos, sin servicio, envejeciendo escondidos como dos fantasmas. Pero salían de vez en cuando, lo necesario para ir acumulando en la casa pilas y pilas de periódicos, revistas, libros y toda clase de  objetos (máquinas de escribir, armas, televisores, pianos, máquinas de coser, tapices, relojes...). Murieron el mes de marzo de 1947 y los encontraron semi-enterratdos entre toneladas de basura y rodeados de todos aquellos objetos, que poco después se subastarían, produciendo una gran expectación en la ciudad. Las impresionantes fotos del interior de la casa una vez entraron los bomberos y la policía, terminaron de dar cuerpo a la leyenda de los hermanos Collyer.



E.L. Doctorow noveló la historia de los Collyer en Homer y Langley (2010).

sábado, 4 de mayo de 2013

Siempre hemos vivido en el castillo




«Me llamo Mary Katherine Blackwood. Tengo dieciocho años y vivo con mi hermana Constance. A menudo pienso que con un poco de suerte podría haber sido una mujer lobo, porque mis dedos medio y anular son igual de largos, pero he tenido que contentarme con lo que soy. No me gusta lavarme, ni los perros, ni el ruido. Me gusta mi hermana Constance, y Ricardo Plantagenet, y la Amanita phalloides, la oronja mortal. El resto de mi familia ha muerto.» Con estas palabras se presenta Merricat, la protagonista de Siempre hemos vivido en el castillo, que lleva una vida solitaria en una gran casa apartada del pueblo. Allí pasa las horas recluida con su bella hermana mayor y su anciano tío Julian, que va en silla de ruedas y escribe y reescribe sus memorias. La buena cocina, la jardinería y el gato Jonas concentran la atención de las jóvenes. En el hogar de los Blackwood los días discurrirían apacibles si no fuera porque los otros miembros de la familia murieron envenenados allí mismo, en el comedor, seis años atrás.


Shirley Jackson (San Francisco 1916 ― Bennington 1965) estudió en la Universidad de Syracuse. En 1948 aparecieron su primera novela, The Road Through the Wall, y el cuento «La lotería», que se ha convertido en un clásico del siglo XX. Su obra ―que también incluye otras novelas como Hangsaman (1951), The Bird’s Nest (1954) o La maldición de Hill House (1959) y los ensayos autobiográficos Life Among the Savages (1953) y Raising Demons (1956)― ha ejercido una gran influencia en Stephen King, Richard Matheson, Jonathan Lethem y Donna Tartt, entre otros escritores. En 1962 publicó Siempre hemos vivido en el castillo, que fue considerada por la revista Time como una de las diez mejores novelas del año.

Textos i foto de la autora: Editorial Minúscula

Foto del castillo: Edward Scissorhands (Tim Burton, 1990)

miércoles, 1 de mayo de 2013

Sartén gris


 En un día gris,
 yo prefiero una casa
En un día gris, un mantel a cuadros blancos
Pa-pa-ra-pa

... cantaban Aventuras de Kirlian. Así que pícnic suspendido por la lluvia, pero, mantel de cuadros incluido, la Sartén Littéraire se celebró igualmente el domingo 28 de abril en chez Toronto, anfitrión (junto a Beverly Sarrià...) de la velada. Acudieron a la cita, por orden de llegada: Clouseau i La Abutrí de Getafe, Samedimanche, Insonrible, LittleEmily, Julián y Raúl. Excusaron su ausencia: Alla (por culpa de un catarro primaveral), Kira (allons enfants de la patrie) y B. Powerful (andaba probando todos los masajes de un balneario).

 Éxtasis del punto uniforme de la manta
(Foto flou gentileza de Buscadores de fantasmas)


En lugar seguro de Wallace Stegner gustó a la minoría que alcanzó a leerlo a tiempo. De tres, solo apasionó a uno, Toronto, que por eso lo había escogido. A Samedimanche, que la encontró tristona, también le gustó, destacando por encima de todo que está muy bien escrita. A Clouseau le gustó, pero menos, se aburrió un poco, confesó, y también coincidió con Samedimanche que algunos personaje cojean (por ejemplo Sally Morgan, polio aparte...), están algo desdibujados. Quizás a esta novela igual hay que echarle de comer aparte, sí. Ambientalismo le llaman. Aparentemente no pasa mucho, igual algunos dirán que nada... pero en realidad sí pasa, pasa la vida (... pasa la vida pero sin Maria Teresa Campos, por favor!). No debe ser nada fácil lograr escribir con tanta elegancia y sentimiento los momentos cotidianos entorno a la amistad, el respeto y la generosidad, inquebrantables a prueba de múltiples vicisitudes que en ningún momento destacan por ser extraordinarias (en esta novela no hay golpe de efecto alguno): los éxitos y fracasos laborales, los hijos, las excursiones en verano, alguna situación tensa que nunca llega a explotar (¡las bolsas de té!), la separación durante muchos años sin prácticamente mantener contacto, el reencuentro. Marca de Stegner es el conocimiento experto del mundo de los profesores de universidad porque él lo fue. Clouseau señaló qué poco ha cambiado todo en ese mundo, continúan igual las envidias, enchufes, afán por publicar... En otro orden, no menos importante, está la descripción del paisaje, algo que también borda Stegner y el lector disfruta plenamente: queremos una casa en Vermont! Tuvimos tiempo también para recordar algunos pasajes que más calaron por su belleza, Toronto destacó por ejemplo el baño matinal de los Lang en el río bajo la mirada pura, llena de admiración y cariño, rayando lo idílico, de Larry, el narrador. Y no pasó nada desapercibida la rica y elegante Charity Lang, el personaje más controvertido, aparentemente esposa, madre y amiga perfecta si no fuese por ese ansia en controlarlo todo incluso después de muerta.


No hubo concurso de portadas porque  esta vez solo había  una  portada, muy bonita, como todas las de Libros del asteroide:

Stegner, Wallace
En lugar seguro
Traducción de Fernando González. 
Barcelona: Libros del asteroide, 2008. 
392 p. 
ISBN: 978-84-936597-1-4. 
21,95 €. (E-book 12,99 €).


¡Pasemos al menú!


No hay pícnic indoor que se precie sin su mantel de cuadros (pa-pa-ra-pa) y para comer: sandwiches (estos de salmón, buenísimos!), carne rebozada (Kira, que lo sepas, es importante: ¡de pollo!), tortilla de patatas y ensaladilla rusa. Bebimos cerveza, vino, coca-cola zero i agua. El postre, un estupendo pastel de crema y chocolate de Pastelería Clarita, fresas con helado de chocolate y los cafés.

El pollo de Toronto
(Foto gentileza de Mi extraña adicción)

Ellas y Beverly Sarrià 
también están enganchadas al canal Xplora

Para la próxima sartén, escogió LittleEmily, quien nos propone una novela de tinte gótico de alto voltaje:  Siempre hemos vivido en el castillo de Shirley Jackson. Probaremos por segunda vez de hacer un pícnic al aire libre y lo propio sería cerca de las ruinas de algún castillo...  Esperemos que a finales de mayo el buen tiempo acompañe y que nadie traiga veneno en la cesta.