viernes, 15 de febrero de 2008

Más cuentos oscuros

  • IV. Sonia

    Emprender el rescate de las buenas maneras encendió la mecha de la revolución en el hospital en el que su familia la ingresó cuando se hartaron de “¿puedo retirarme?”, un hospital en el que ahora los locos leen Goethe en alemán, tocan el piano y jamás hablan con la boca llena ( de babas ).
  • V. Eduard

    Mucho se habló de la crecida del Aurach y poco de la desaparición del bibliotecario de Reindlmühle, dándolo rápidamente por ahogado porque era aficionado a escribir poemas a pintar paisajes de calidad famélica y a cartearse con otros artistas igual de sospechosos y prescindibles de todo el continente. En lugar de preocuparse por buscarlo, las autoridades contrataron a una joven de Augsburgo que, nada más llegar, se ganó los favores de niños y débiles mentales – el pueblo entero - gracias a una magnífica hoguera que organizó con las escasas pertenencias del desaparecido.
  • VI. Pepa

    Obsesionada con encontrar su auténtico talento, una habilidad a la que pudiese llamar don, una joven de Atzbach probó con la pintura, la escritura, la música, la danza, la escultura, e incluso probó con artes tan peregrinas como la repostería o el bordado, campos todos en los que fracasó estrepitosamente, encadenando una serie de calamitosos proyectos con otros tantos dolorosamente hostiles.
    Decidida a no seguir viviendo sin una capacidad artística remarcable y la única compañía del reproche, se dispuso a ahorcarse mientras su vecino de abajo – un joven de Cracovia – practicaba, como cada día, con su violín.
    Justo en el instante en que la cuerda que rodeaba su cuello rompía sus órganos de fonación cayó en la cuenta de que su verdadero talento hubiese sido el canto.

1 comentario:

Closeau dijo...

Un dos tres, probando, probando...