sábado, 26 de diciembre de 2009

Ciutadella Blues Again


Ciutadella Blues Again
Por Closeau

Mi obligación era escribir un cuento, pero no me visitaban las musas. Pasaba un día y otro día, pero la inspiración no acudía a mi encuentro. Empecé a estresarme y ya no eran días lo que faltaban para la presentación, sino apenas unas horas y tan angustiada empecé a sentirme que decidí salir a pasear un rato invadida por esa actitud a lo Scarlet O’Hara de “ya lo pensaré mañana”.
Descendí las calles del Eixample que me conducían hasta el parque de la Ciutadella, recordando con una sonrisa la intempestiva excursión propiciada por una ardilla dipsómana que me había arrastrado a la villa de Getafe hacía ya algún tiempo.

Al llegar al parque me senté en un banco y saqué la libreta que una amiga bienintencionada me había regalado con la esperanza de que por fin me decidiera a escribir sobre algo más que mi estado de eterna confusión. Lo que, como ya se habrá notado, no era tarea fácil.

Me dediqué a mirar a mi alrededor, buscando un rostro, un mineral, un vegetal, un cordero que me inspirara algo, pero me angustiaba y estaba ya al borde del llanto cuando de repente noté un familiar tirón en el pantalón. Imposible. Allí estaba mi amiga la ardilla. Esta vez en un estado más sereno que en el que la había dejado en aquel bar de Getafe.

- Buenos días, ardilla, ya veo que conseguiste volver a tu parque, espero que la resaca no fuera muy dura-

Agitando una de sus patitas me miró con cara de “no me lo recuerdes” y a continuación con la otra patita me indicó que la siguiera.

- Ardilla... que te quede muy claro que hoy no pienso ir a Getafe, ¡tengo cosas más importantes que hacer!-

Pero tiró de mi pantalón con tanta fuerza, que casi me sacó del banco. Puso sus brazos en jarra y pateó rítmicamente el suelo, a la espera de que yo me pusiera en marcha.

- Está bien... tú mandas, deboranueces –

No me lo podía creer, de nuevo estaba siguiendo a una ardilla caprichosa por la calle, ¿cuántas veces podía ocurrirme algo tan extraño? No volvería a ese parque, era demasiado arriesgado mientras este bicho lo habitara.
Para mi sorpresa, esta vez no me condujo fuera de los límites del parque. Tal vez la había juzgado a la ligera. Tal vez solo quería jugar porque no encontraba a otras ardillas en este parque y se aburría, tal vez... No, ¡tal vez no! ¡La ardilla había organizado una fiesta al lado del mamut! ¡Con todos sus amiguitos del zoo! Todos ellos preparados para la ocasión, con sus capirotes, sus matasuegras, sus collares de colores...

Y no era eso lo más impactante. Lo que más me llamó la atención es que parecían estar esperándome. Allí estaban la gatita de angora trabajadora, que abrazaba con fuerza al lobo del Eixample, que intentaba reprimir sus instintos y no comerse al canario de la Meridiana, que contemplaba anonadado al armadillo de México, que ofrecía un burrito a la ratita de Escudellers, que no dejaba de reír viendo cómo discutía el cuervo del Carmelo con el loro Cibyll Shepherd, que intentaba tirar de la cola del mapache de Getafe, que asustaba con una piraña disecada a la ardilla de la Ciutadella, que otra vez se me agarraba al pantalón temblando sin parar, y servidora, que a lo tonto había conseguido escribir un cuento de navidad...

¡FELIZ SARTÉN A MI ZOO FAVORITO!!

1 comentario:

Toronto dijo...

Closeau, no hay como un paseo para encontrar a las musas, aunque estas aparezcan en forma de ardilla pesada!Ellas viene a usted y todos queremos más. Feliz sartén y burururubururubururú (dijo la piraña disecada del mapache)!