miércoles, 9 de febrero de 2011

Rayuela, moi je jou


1
¡Hay que ver lo guapa que está Sophia Loren (entre los 50 y los 150) en las fotos del suplemento dominical de El País! Ya lo dijo Gabrielle Coco Chanel: “la naturaleza le da la cara que tienes a los veinte, a los cincuenta depende de usted”...

2
Rayuela no gustó en La Sartén Littéraire, casi por mayoría absoluta. Aburrió y, salvando pasajes aislados, el todo- una auténtica sobredosis de Cortázar- no enganchó nada. Ni en la lectura tradicional, ni en la lectura a partir de la tabla que va saltando por capítulos. Veinte o diez años atrás, igual habríamos quedado fascinados por tanta bohemia, vida al límite, mil referencias culturales de altos vuelos, tanta experimentación y filigranas barrocas del lenguaje. Hoy no. Quizás Rayuela no sea novela para viejos. Por otra parte, algunos de los presentes sí guardan buen recuerdo de sus cuentos.


3
- ¡Pobre Maria Schneider!
- ¡Y pobre John Barri!
- ¡Han cerrado la Casita blanca!
- ¿Exisistió el Noa-noa?, ese lugar de ambiente donde todo es diferente... que escribió Juan Gabriel...
- En Barcelona ya no quedan bares de ambiente.
- … Massiel, de joven era guapa...
- … Sí, con esos dientes...

4
Rayuela es hija de una época. En 1963, cinco años antes de la explosión rebelde del mayo francés, era tiempo de experimentar, de romper las convenciones clásicas de la novela. Referentes más lejanos como James Joyce o más cercanos como Nathalie Sarraute (¡Ya está la filóloga!). Qué mal cayeron los personajes, Oliveira, la Maga y compañía. Una panda de snobs y pedantes ese Club de la Serpiente. ¿Alguien puede llegar a hablar así? Se ve que sí, y estamos rodeados! Conviven en una rayuela diseñada al milímetro por Cortázar, en capítulos cortos que, junto a los toques de humor y los momentos surrealistas, nos ayudaron a avanzar en la lectura y les salvaron de nuestro abandono total.

5
¡Ummmm! Patatas, cortezas (...muy sutil) de aperitivo; merienda-cena con empanadas argentinas de carne y de verduras; cervezas Quilmes y vino; profiteroles, brioxes, chocolate y un gran panetone (¡de repizco!).
Mucho alboroto...
- ¡Qué buena Cómo entrenar a tu dragón!
- ¡Que bonita El secreto de Kells!
- Qué ganas de la nueva de los Coen y la del Aronofsky...
- Mejor Raymon Depardon que el Cisne negro de Aronofsky, no hay que perderse enterito Profils paysans!
- ¿Y esa caja del grupo Parchís?
… y de fondo suena el Jazzuela y música de Nino Rota, del París bohemio de Oliveira y la Maga, al circo con Traveler y Talita.

6
Muy denso... tantas citas, esos pensamientos y ejercicios meta-literarios de Morelli-Cortázar... Ahora te lo digo en francés, ahora en inglés. Luego con faltas de ortografía y más tarde intercalando un texto de Galdós. Prosa extremadamente poética. Pesadilla de traductores a otras lenguas... Pero nos gustó lo de “cebar el mate”, “entrar en la pieza” , ser “macanudo”... ese deje porteño. Rayuela hay que leerla en la cama, nada de llevársela al metro. En tu butaca preferida, en la cama, y con linterna de cabeza! Si alguien se atreve del revés... toma experimentación y contranovela!


7
Milo, que perro tan bueno y tan guapo. Con su carita de Ewook, de silla en silla a ver si cae un trozo de empanada, media corteza... ¡Nada! Pero qué suerte vivir en un hogar donde le quieren. No como los pobres galgos, abandonados por los cazadores sin escrúpulos. Si alguien está pensando en adoptar: http://www.sosgalgos.com/.

8
Vamos a aparcar a Cortázar por una temporada que tenemos a Murakami y a La tía Mame esperando. Adiós, adiós: me voy que tengo que corregir exámenes. Me tomo este mate y yo también me voy. B. volverá mañana a su sótano kafkiano, a los mundos de Burroughs: S.O.S. directoras financieras.

CIEL
En un verdadero Cielo pasamos la tarde. Kira, M. y Milo, fueron unas autenticas anfitrionas de lujo para una Sartén Littéraire memorable, a la que, esta vez sí, acudieron prácticamente todos los sartencitos!


Cortázar, Julio.
Rayuela.
Madrid: Alfaguara, 2010.
(Hispánica).
600 p.
ISBN: 9788420405940.
19.50 €
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Y para la próxima sartén, volvemos al siglo XIX de la mano, como no, de Samedimanche, para descubrir el buen humor del joven Charles Dickens en Los Papeles póstumos del Club Pickwick. Un club tan alocado como La Sartén, esa comunidad de incansables elucubradores.

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