miércoles, 21 de noviembre de 2012

El misterio tras el lazo de lentejuelas


1965. La escritora Agatha Christie firmando ejemplares de la edición francesa de varios ejemplares de sus libros.  
21 DE NOVIEMBRE DE 2012
Se celebra el 60 aniversario de la puesta en escena de La ratonera, una de sus obras de teatro más populares, escrita en 1952.

FOTO 'FINISH' 
El misterio tras el lazo de lentejuelas
por Agustín Fernández Mallo

El primer libro que leí de Agatha Christie, a la edad de 11 años, fue Navidades trágicas. El último, a la edad de 13, Diez negritos. Entre ambos – y muchas más lecturas de la serie -, creció en mi cabeza la idea de que esos libros estaban escritos por un varón; Agatha Christie era el pseudónimo de un hombre que fumaba en pipa y bebía licores caros. Paralelamente, corría la leyenda de que una obra de teatro, La ratonera, y salida de la mano de aquel hombre llamado Agatha, llevaba ininterrumpidamente en cartel una cantidad de años que superaba mi por entonces edad; y eso, lógicamente, no era posible. Para un niño, cuanto ocurre antes de su nacimiento es ficción, entra en el terreno de lo desdibujado, de lo bíblico. Cuando, en aquella época, vi la fotografía que aquí nos trae, me quedé tan flipado que visto desde hoy reconozco aquel momento como la primera asunción de la posibilidad de un cambio real de sexo.
Pero sí, estaba errado en todo. La idea de feminidad seguida por la escritora es bien clara. El collar de perlas y el magnífico broche en el hombro izquierdo, lejos de constituir inocentes adornos, son el atrezo moral, bienpensante, de toda recta mujer de su época. Pero quedarse ahí es una simpleza, no basta. El sombrero de paje que toca su cabeza resulta la extravagancia de artista – tanto Picasso como Kate Moss han exhibido uno idéntico en un momento dado de sus vidas- y es el casco que incuba las ideas previamente dictadas al oído por ese geniecillo, loro o pajarraco que todos los escritores llevan posado en el hombro: el lazo de lentejuelas. Admito que jamás he visto una representación de las musas más inteligente que ese lazo de lentejuelas, no posado si no cosido directamente al hombro. Ahora bien, dada mi relación afectiva con esa mujer, la pregunta fundamental, necesaria, es: ¿qué demonios está escribiendo mientras mira a cámara con pícara sonrisa? Inspecciono entonces ese rostro, que hunde sus raíces en el fenotipo dama de hierro – la mezcla de Reina Madre y Margaret Thatcher es más que evidente-, y el mogollón de libros entre los que se sumerge, que no puede sino denotar dominio sobre un pueblo que estadísticamente normal se amontona entre sus brazos.
En efecto, sus dedos se posicionan en torno a la pluma – fíjense- de manera siniestra y tan plásticamente perfecta que solo puede estar redactando una sentencia de muerte.

Agustín Fernández Mallo. Escritor y físico. Sus últimos libros son Yo siempre regreso a los pezones y al punto 7 del Tractatus (Alfaguara) y Antibiótico (Visor).
Texto aparecido en Smoda, 17-11-2012.

3 comentarios:

littleEmily dijo...

Agatha es un hombre, qué bueno.
¿Quién ha elegido a Alice Munro? Simple curiosidad que hace mucho que no os veo...

Pepa dijo...

Voy a ponerme el broche!

La Sartén Littéraire dijo...

littleEmiiy, el libro de Alice Munro para la siguiente sartén después de Agatha, lo ha elegido nuestra señora Insonrible.