Ilustración
de
Edward Gorey
El siguiente texto de Rosa Montero apareció en su
columna Lecturas compartidas del suplemento cultural Babelia
del periódico El País el 22 de Diciembre de 2012.
Atención: recomendable haber leído antes la novela
Rosa Montero
Esa grieta que se abre a nuestros pies
Hasta que no cayó en mis manos la
novela Siempre hemos vivido en el castillo, de Shirley Jackson,
escrita en 1962 y publicada en España hace un par de meses por esa
maravilla de editorial que es Minúscula, no había escuchado nunca
hablar de la autora: una gota de agua más en el vasto océano de mi
ignorancia. Según informa la solapa del libro, Jackson (San
Francisco, 1916-Benington, 1965) fue una autora de culto que ejerció
gran influencia en un buen puñado de autores famosos, entre ellos
Stephen King. Que el rey del terror la tenga entre sus referencias
puede darte una idea del perfil de este relato: sí, en efecto, es
espeluznante.
Y lo es de una manera sorpresiva y
turbadora. Cuando abrí la novela no me esperaba caer atrapada desde
las primeras páginas dentro de una atmósfera tan pegajosa e
inquietante. Dentro de una historia a todas luces diferente y contada
desde un lugar mental muy pocas veces frecuentado. Merricat, la
protagonista y narradora de la historia, es una chica de dieciocho
años. Lo dice ella misma en la primera línea del texto, pero de
alguna manera su voz no parece tener esa edad; casi siempre la
creemos más joven, y en ocasiones nos resulta mucho más vieja,
Quiero decir que, desde el primer momento, el lector comprende que
hay algo que no encaja. Hay una mínima grieta que recorre el suelo
bajo nuestros pies: una línea apenas visible del grosor de un
cabello. Merricat nos introduce inmediatamente en un ambiente social
peligroso y opresivo: la narradora está haciendo la compra semanal
en en las tiendas del pequeño pueblo en el que vive, y ese acto, tan
sencillo para todo el mundo, constituye para ella una prueba de
valentía y una terrible angustia, porque los vecinos se meten con
ella de una forma brutal e incomprensible. La humillan, se burlan, la
agreden. Merricat lo soporta como puede, intenta desarrollar
estrategias defensivas, procura fortalecerse mentalmente. Pero es
como un conejito perseguido por lobos, como una niña indefensa a la
que los bárbaros acosan. Los lectores no entendemos el porqué de
tanta violencia, pero nos la creemos; vamos viendo que hay algo que
ha sucedido, algo tremendo en el pasado de la chica. Crece nuestra
incomodidad y la grieta se abre medio milímetro.
Margherita Manzelli
Las posibilidades son infinitas
(1996)
Merricat regresa por fin al refugio de
su “castillo”, de su casa, una mansión de ricos en las afueras
del pueblo en donde vive con su hermana mayor Constance, que es como
una hada buena, y con su tío, un hombre muy enfermo. Respiramos de
alivio, como Merricat, al llegar al abrigo de esa cocina diáfana e
iluminada por el sol. Pero la tranquilidad nos dura muy poco; en
realidad, ese entorno dulcemente familiar empieza a deslizarse
enseguida hacia lo tenebroso. EL peligro que antes presentíamos
proveniente de los vecinos del pueblo comienza a agolparse aquí, en
el interior de la casa, en el corazón mismo de la extraña intimidad
de Merricat. Con una maestría escalofriante, Jackson va sembrando su
relato de pizcas venenosas, hasta convertir la cotidianidad de esa
familia en un ambiente perverso que la restellante luz y el aroma de
las magdalenas recién horneadas no hacen sino empeorar. Primera
lección: el horror no siempre se oculta en la oscuridad, lo cual
resulta todavía más amedrentarte. A estas alturas la grieta tiene
ya un par de centímetros de anchura u amenaza con abrir la tierra a
nuestros pies.
La tensión va subiendo hasta que, en
la última parte de la novela, estalla un paroxismo de destrucción y
enfrentamiento, en una apoteosis casi operística por lo monumental y
melodramática. No es lo que más me gusta; prefiero con mucho el
relato anterior, mínimo y asfixiante. De alguna manera, siento que
la acción se desplaza a otro nivel, más simbólico, menos realista.
Pero, aún así, es un libro soberbio. Y lo es, sobre todo, por esa
tremenda y poderosa recreación del mundo tal y como lo ve una mente
enferma. Indudablemente Merricat padece un desequilibrio psíquico; y
su verdad está tan bien contada que leer este libro es como viajar a
los confines más remotos de la Tierra. Desde esos ojos, las cosas
más habituales se convierten en algo muy distinto. Ahora puedes
regresar con la memoria a las primeras páginas del libro, a ese
inolvidable paseo por el pueblo, al tremendo miedo que Merricat
sentía, a la violencia percibida. Real, desde luego: ¿pero también
multiplicada por esa percepción trastornada de la vida?
Nada más terminar la novela, me lancé
a googlear la vida de Shirley Jackson: m avergüenza
confesarlo siendo yo misma escritora y detestando que los lectores se
empeñen en rastrear las novelas buscando ecos biográficos. Pero
también soy humana, en fin, y además la desquiciada voz de Merricat
es tan real y tan difícil de conseguir que quise investigar qué
podía haber detrás. Y detrás, como en toda vida, sólo hay
oscuridad. Dicen que fumaba mucho, que estaba obesa, que sufrió
varias afecciones psicosomáticas y neuróticas, que todo esto y las
múltiples medicinas que tomaba pudieron ser la causa de su temprana
muerte a los 48 años. Otros dicen que se sintió perseguida en uno
de los pueblos en los que vivió. Sus retratos muestran una mujer
inquietante; aunque quizá sólo sea la impresión que ha dejado en
mí su tremendo texto. Una no puede por menos que pensar en el
desesperado dolor psíquico, en la angustia de quien se siente
distinto y no comprendido. En la persecución y el ostracismo que
sufren las personas con enfermedades mentales, a causa del prejuicio
de la mayoría. ¿Sintió algo así en algún momento Shirley
Jackson? No sé: su novela está demasiado bien estructurada: no es
un texto testimonial, sino sin duda la obra de una gran profesional.
En fin, sobre el misterio que siempre es el Otro sólo hay rastros
difuminados, complicidades, intuiciones. Y esa grieta que amenaza con
abrirse bajo nuestros pies.
3 comentarios:
Muy sensible ver a Shirley Jackson desde el filo/borde de una grieta, que es la vida.
"Indudablemente Merricat padece un desequilibrio psíquico; y su verdad está tan bien contada que leer este libro es como viajar a los confines más remotos de la Tierra " Conexiones la sartén: vio Merricat a los hombres cerdo de Hodgson correr por los jardines de su castillo? No dejan de ser viajes al interior de la mente (demente).
Siempre hemos vivido en una Sartén...agrietada.
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